Es este el nombre que le dio James Parkinson en 1817 a una enfermedad caracterizada por temblor de las extremidades, más notorio en las manos y en la cabeza, rigidez generalizada, lentitud en la marcha y un cambio en la expresión facial que le da el aspecto al paciente de “cara de máscara”.
La enfermedad de Parkinson es uno de los trastornos neurológicos más “famosos” y que afecta principalmente a sujetos de edad avanzada. Algunos personajes mundialmente conocidos que sufren o padecieron esta enfermedad son El Papa Juan Pablo II, el excampeón de peso completo Mohamed Alí y el actor norteamericano Michael J. Fox.
A pesar de múltiples estudios que se han realizado en todo el mundo, aún no se conoce la causa exacta de la enfermedad. Algunas investigaciones hechas en modelos animales, han implicado a una sustancia conocida como MPTP (metil-fenil-tetrahidro-piridinio) como causante del daño en las neuronas que producen dopamina (neuronas dopaminérgicas).
Se sabe en la actualidad, que la dopamina es la sustancia que se encuentra disminuida en el cerebro de los pacientes con Parkinson. La Dopamina es producida en una región conocida como sustancia nigra (por su aspecto oscuro, negro en los cortes histopatológicos) que se encuentra localizada en el mesencéfalo o cerebro medio.
Gracias a la Dopamina nuestros movimientos pueden ser ágiles y nuestras extremidades flexibles y podemos mantener una postura firme. Pues bien, cuando una persona inicia con signos y síntomas de esta enfermedad, ya para entonces habrá perdido hasta un 80% de sus neuronas dopaminérgicas.
Generalmente los datos clínicos inician en un lado del cuerpo, lo que se conoce como hemi-Parkinson; el temblor es lo que puede aparecer de forma inicial y de forma distintiva es en reposo, con una frecuencia de 4 a 6 ciclos por segundo y puede aumentar durante la tensión emocional.
La rigidez es otro signo cardinal, que se define como la resistencia que se encuentra al extender o flexionar cualquier segmento corporal. La bradicinesia es la dificultad y/o lentitud para iniciar movimientos voluntarios y es quizás el signo más significativo en la enfermedad de Parkinson.
Otros problemas comunes en este trastorno, son la alteración de los reflejos posturales que causa caídas y por ende accidentes en los pacientes, y los episodios de “congelamiento” durante la marcha, al intentar girar o al iniciar la marcha.
El diagnóstico es 100% clínico, la sola observación del paciente hace sospechar la enfermedad y la exploración neurológica confirma esta sospecha. La tomografía computada y la resonancia magnética no son útiles para establecer el diagnóstico y el electroencefalograma únicamente se recomienda en casos que se acompañan de deterioro cognitivo.
El tratamiento está enfocado a mejorar la función motora del enfermo, por lo cual se recomienda la terapia física que ayuda a disminuir la rigidez y conservar la postura.
El fármaco más útil para la enfermedad de Parkinson, es la Levodopa, una forma sintética de Dopamina que suele asociarse a otras sustancias, ya sea carbidopa o benserazida, las cuales evitan que la levodopa se degrade con facilidad. Desafortunadamente, la máxima utilidad clínica de la Levodopa tiene una duración promedio de 2 a 5 años en los que el paciente mejora sustancialmente.
Con el paso del tiempo, se requieren mayores cantidades de medicamento y en más ocasiones durante el día para rendir el mismo efecto. También con el paso del tiempo, el paciente puede desarrollar otros fenómenos motores que están relacionados directamente al uso de Levodopa.
Otros fármacos útiles para el manejo de esta enfermedad son los anticolinérgicos, los agonistas dopaminérgicos y hasta los bloqueadores beta-adrenérgicos. Todos estos medicamentos tienen características, mecanismo de acción y efectos colaterales muy diferentes y se deben prescribir de acuerdo a las condiciones de cada paciente en particular, ya sea solos o en combinación con levodopa.
Existen en la actualidad diferentes técnicas neuroquirúrgicas que pueden ser útiles en los casos que no responden al tratamiento medicamentoso, entre ellas tenemos la cirugía ablativa o lesional en distintas partes del cerebro como el tálamo, el globo pálido y núcleo subtalámico. La colocación de un dispositivo electrónico, llamado estimulador ultrasónico está dando resultados variables.
Lo mejor para los pacientes con esta enfermedad, es la atención especializada y multidisciplinaria, básicamente por el Neurólogo, el equipo de Terapia Física y el Psiquiatra en aquellos casos donde la depresión y los trastornos de conducta sean parte del cuadro.
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Dr. Luis Javier Flores Río de la Loza
Neurología y Neurofisiología Clínica
☎ (662) 2 08 30 24
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